jueves, 12 de septiembre de 2013

Galeano: «¡Gloria eterna a Simón Rodríguez, que no se nos muera nunca!»



Palacio de Miraflores, Caracas. Este miércoles, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, entregó la Condecoración Simón Rodríguez y el Premio Especial del Fondo de la Cultura de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, al escritor uruguayo, Eduardo Galeano, quien honrado por el reconocimiento pidió no olvidar jamás el legado de «El loco», como se le decía también a quien fue maestro de el Libertador Simón Bolívar.

«¡Que viva Simón Rodríguez, nunca olvidemos a el loco!», dijo un emocionado Galeano, que abrazó como sabe abrazar y agradeció como sabe hacerlo, con las palabras. Compartió textos sobre Simón Rodríguez, que no hicieron sino embelesar a los venezolanos que este miércoles le gritaron al mundo su rechazo al fascismo.

Rodríguez fue capaz de locuras en tiempo cuando la locura consistía en obedecer, él [Simón Rodríguez] era un desobediente. «Él predicó y practicó la libertad que enseñaba. Gloria eterna a Simón Rodríguez, que no se nos muera nunca, que viva y continúe en la enseñanza que se imparte en países como Venezuela y otros países, que por fin comienzan a despertar de la larga siesta colonial para convertirse en tierras de libertad como las que él soñaba».

Su mensaje sin duda honra a una nación que vio parir a Rodríguez y se esfuerza porque su pensamiento siga palpitando. Galeano no se reservó emociones por tener sobre su cuello un reconocimiento que tributa a Rodríguez: «Fue llamado El loco en la primera mitad del siglo XIV por haber sido capaz de hacer la primera Revolución Educativa de América latina, la que aún está por hacer».

Recordó el trajinar por el continente del maestro, el Robinson. Luego pasó a lomo de mula recorriendo la costa del Pacífico y los Andes, fundando escuelas, y compartiendo el ideal educativo que es también nuestro hoy, aquí y en América Latina. «En sus escuelas impartía el hacer intelectual y manual (…). Decía que los niños debían aprender de carpintería, albañilería y herrería, porque con madera, tierra y metal, se hacen la mayoría de las cosas», un concepto que contrastaba con la idea colonial, que imponía que los oficios manuales restaban hidalguía y la oportunidad de ser llamado «don».

En la víspera, el escritor sureño presentó su libro Los hijos de los días, texto que cautivó a los caraqueños que tuvieron ocasión de compartir la velada, en la Sala José Félix Ribas del Complejo Cultural Teresa Carreño.

Por Marynés Ladera Castillo
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